
Renunció
dedicarse al comercio, como sus parientes, e ingresó en los Salesianos de
Alicante el año 1921. Al año siguiente, pasó al aspirantado de Campello
(Alicante). Sus buenas maneras y su piedad le valieron para ser nombrado muy
pronto sacristán. Mantenía los altares de flores y velas. Era un dechado de
maestro de ceremonias para las grandes funciones.
Su
edad y sus dotes intelectuales le permitieron avanzar cursos e ingresar en el
noviciado de Sarriá (Barcelona) el 19 de julio de 1924. Allí vistió la sotana y
también profesó al año siguiente. Siguió los cursos de filosofía, durante los
que cumplió como soldado de cuota el servicio militar. Vestido de uniforme le
tocaba asistir a clase muchas veces, y otras, en cambio, se hacía acompañar por
algún clérigo vestido de sotana hasta el campo de tiro.
Fue
destinado a Alcoy (Alicante) para cumplir el trienio de prácticas pedagógicas.
Su entusiasta trabajo docente y la alegría de sus métodos le ganaron la
voluntad de los niños, que le idolatraban. Acabados los estudios teológicos y
ordenado sacerdote, fue destinado de nuevo a Alcoy, donde pudo desenvolver sus
ansias de apostolado. Su ambición era la de salvar almas y solía repetir: “sólo
por confesar a los niños, me hubiera hecho sacerdote”.
El
16 de julio salió para Valencia, con otros tres salesianos, para hacer los
ejercicios espirituales. Sufrió con los demás el asalto al colegio del día 21.
Pasó por las penalidades de la cárcel hasta el 29, y, al salir de ella, anduvo
errante por Valencia, pues, contra sus esperanzas, encontraba cerradas todas
las puertas. Todos le manifestaban sus buenos deseos, pero el miedo a las
represalias, contra los que hospedaban a algún sacerdote o religioso, les hacía
obrar muchas veces contra los impulsos de su corazón. Por esta causa, hubo de
pasar alguna noche al raso, durmiendo en algún banco de los paseos públicos. En
las fondas y pensiones en las que se presentó, tampoco querían admitirle, por
carecer de documentación, ya que la cédula, que declaraba su profesión de
religioso, era más bien una condena que una garantía.
Finalmente,
la dueña de una fonda, compadecida, le proporcionó una habitación. Pidió un
vaso de leche, se cerró por dentro y deshecho por la fatiga, la emoción y la
incertidumbre rompió a llorar como un niño. Quiso la casualidad que se
enterara del domicilio en donde estaba refugiado D. Antonio Martín, quien
había sido su padre maestro en el noviciado. Y allí se presentó el día 2 de
agosto. Le recibieron con cariño y al oír el relato de sus tristes correrías,
la bondadosa dueña, Dña. Ricarda Alemany, se conmovió y decidió darle
hospedaje. A partir de aquel momento se convirtió en compañero inseparable de
D. Antonio. En aquella casa recobró energías. Pasó una semana de piedad y
santas conversaciones. Cuando por fin se creía seguro de cualquier sorpresa, la
noche del 10 de agosto sufrió un primer registro en la casa. En el segundo, el
día 14, salió de allí al lado de su padre maestro conducido por los
milicianos.

En
la Parroquia de Nuestra Señora del Carmen se encuentran las reliquias de quien
fuera beatificado un 11 de marzo de 2001 por S.S. Juan Pablo II. El
beato cartagenero es recordado litúrgicamente el 22 de septiembre.
NOTA: La entrada ha sido redactada por Juan Antonio Gutiérrez, para esta página y para la Parroquia de Nuestra Señora del Carmen, con la información que le han facilitado los Hermanos Salesianos de Valencia.
Entrada publicada el 22/04/13