Esta es la historia de un marinero cartagenero: Carmelo; un joven de 18 años que, allá por el año 1780, comienza su aventura por los mares.
Bajo el reinado de Carlos III, la actividad marítima era incesante. Continuas batallas y luchas con el fin de lograr las aspiraciones de poder del monarca y defensa de sus territorios, supusieron que el marinero cartagenero estuviera constantemente en la mar.
Bajo el reinado de Carlos III, la actividad marítima era incesante. Continuas batallas y luchas con el fin de lograr las aspiraciones de poder del monarca y defensa de sus territorios, supusieron que el marinero cartagenero estuviera constantemente en la mar.
Los navíos, en los que navegaba, no contaban con las innovaciones de hoy en día, lo que suponía que, en períodos de fuertes tempestades, las embarcaciones sufrieran importantes daños. Sin embargo Carmelo agradecía de manera continua no haber sufrido un naufragio.
Este joven, procedente de una familia muy humilde, se quedó huérfano a temprana edad debido a la hambruna y penurias que reinaban en su entorno. Sin embargo Carmelo nunca se sentía solo, ya que encontraba en la Virgen del Carmen una protectora y Madre celestial. La imagen de Cartagena, de gran fama, era muy querida por los vecinos de la ciudad y por quienes la visitaban. Hasta el templo en el que se encontraba, situado en el Barrio de San Roque, las gentes hacían largas colas para rendirle culto y expresarle sus plegarias.
Un día Carmelo junto a sus compañeros y con la complicidad de los frailes Carmelitas Descalzos de la ciudad, promovieron un homenaje público a la Virgen del Carmen, mostrándole así el cariño que le tenían y pidiéndole por la próxima expedición que iban a realizar rumbo a Orán.
La devoción iba creciendo a pasos agigantados y la protección de la Virgen cada vez se notaba con mayor eficacia. El almirante mallorquín, Antonio Barceló Pont de la Terra, al frente del navío “El Terrible”, les dio su apoyo e impulsó la celebración de la festividad del Carmen entre la marinería que él dirigía y en la que se encontraba Carmelo.
El joven marinero no fue el único que vivió este hecho con gran entusiasmo, ya que fue, a partir de entonces, cuando la Marina Española fue sustituyendo el patrocinio de San Telmo por el de la Virgen del Carmen. De ahí el nacimiento en Cartagena del patronazgo de dicha advocación sobre la marina y gentes de la mar.
El joven marinero ya no temía por nada, puesto que, a pesar de las adversidades, sentía con seguridad que frente a los peligros, podía asirse a las cintas del santo escapulario carmelita. Para expresar esta devoción, durante años, le va colocando en el camarín las bandas de seda con los nombres de las tripulaciones y barcos salvados por ella. Esta labor la encomienda a sus hijos y nietos en el lecho de muerte y hasta hace muy poco continúan sus descendientes trayendo, hasta los pies de la sagrada imagen, las bandas con los nombres de los marinericos de reemplazo del antiguo penal y C.I.M. de Cartagena…
Bandas de Marina |
Este relato que parece una leyenda, es un hecho histórico basado en la realidad.